25 agosto 2007 - 25 agosto 2008.
Hoy se cumple un año del trágico día en el que Antonio Puerta se desvaneció en el césped del Ramón Sánchez Pizjuán.
El pasado sábado el Sevilla FC le brindó su primer trofeo, el trofeo que lleva su nombre, el trofeo del sevillismo, el trofeo de Antonio Puerta.
Nuestro presidente ha escrito una carta que a mi me ha puesto los vellos de punta.
Simplemente, impresionante!!
Antonio Puerta nos dejó hace un año. Se fue como vivió, como sevillista, defendiendo nuestro escudo, su escudo, aquel que amó desde la cuna, aquel que soñó lucir desde su infancia, el que acabó portando con tanto éxito, el que le enseñó a querer su abuelo.
Con su elegante zurda nos brindó momentos épicos; gracias a él supimos lo que era una final tantas décadas después. Ese imborrable jueves de Feria, Antonio miró al cielo, buscando a su abuelo, el que le inculcó la pasión por los colores que le acompañaron en su trágico final. Sus colores.
Un año después de aquel infame paro cardiaco, los sevillistas miramos arriba, buscando su generosa sonrisa, diciéndole que seguimos recordándole como el primer día y que jamás le olvidaremos.
Puerta era una enorme persona. Su delicadeza fue tal, que se marchó dejándonos un poquito de él en este mundo. Ese trocito de Antonio se llama Aitor y ya vive entre nosotros. Aitor es un símbolo del sevillismo que mantendremos entre algodones deseando que siga los pasos de su padre, que nos regale tardes brillantes con su fino fútbol, que deje por los suelos a los defensas en una final europea, que se invente empalmes imposibles... Pero ante todo le ayudaremos a que alcance la calidad humana de su progenitor. Será complicado, pero lo conseguiremos, es lo mínimo que podemos hacer.
Antonio era un chico sensacional, genuino en sus formas. Recuerdo que siempre tenía una broma para cada momento, una sonrisa en las peores circunstancias... Era de los que solía buscar el lado positivo a cualquier situación por cruda que fuera, un optimista por naturaleza. Por eso le echamos tanto de menos. Por eso apretamos los puños al recordar lo que ocurrió y no podemos dejar de preguntarnos por qué. Ojalá tuviéramos esa dichosa respuesta, ojalá siguiera entre nosotros. No fue justo lo que ocurrió ese negro 25 de agosto.
La magnitud de Antonio llegó a unir los adversos sentimientos futbolísticos de nuestra ciudad. Él siempre apostó por derbis sin crispaciones ni polémicas; no se le conoció un exabrupto, jamás se distanció de la concordia. Después de su muerte sevillistas y béticos nos dimos cuenta de que nos une mucho más de lo que nos separa. Y actuamos en consecuencia. Es ésta sin duda la prueba indeleble de la monumental nobleza de Puerta, un chaval de Nervión, un chaval que soñó con ser futbolista del Sevilla, que cumplió su sueño y que corrió la banda izquierda con la misma clase y elegancia con la que vivió.
Estoy convencido de que desde el cielo Antonio nos contempla, seguramente al lado de su abuelo. Espero que sepa que, al menos bajo mi mandato presidencial, cada victoria, cada paso adelante que dé la Entidad, va brindado en su memoria. Cuento los días para que llegue el momento de levantar un título y poder ofrecérselo... Espero que Antonio sepa que no pararemos hasta honrarle con un verdadero éxito. Somos concienzudos, él lo sabe; lo conseguiremos.
La voz de Antonio calló por siempre con su muerte, pero su corazón sigue hablando en el Ramón Sánchez Pizjuán. Nosotros lo escuchamos y lo escucharemos siempre, estaremos ahí, dándole motivos para que hable de forma altiva y orgullosa del Club que amó hasta el final, del Club que nunca le olvidará.
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