El reloj en el Sevilla F.C ha impuesto el horario inglés, cuando todos parecían tan felices con el horario español.
El cambio horario en España se hace, dicen, por ahorrar energía, y Juande Ramos ha impuesto de golpe el cambio inglés, que resulta el suyo, por ahorrar euros y libras esterlinas. Está claro que cualquier trabajador tiene derecho a aspirar a una mejora en su sueldo y en su cargo, y que no puede uno andarse con sentimentalismos en los contratos -el fútbol se mueve por dinero-, si llega una buena oferta que pueda resolver la vida de una familia.
Por lo tanto, Juan Ramos, como entrenador, como trabajador, tiene el mismo derecho que usted y que yo a intentar una mejora. Pero hay matices, y uno de esos matices es el de que Juande Ramos llegó al Sevilla del paro y en la última temporada ha cobrado, entre sueldo y primas -que me corrija si no el club decano de la ciudad-, cerca de quinientos veinte millones de pesetas, y eso, comparado con lo que ganaba en el paro, no es una mejora, es ponerse en el camino de ponerse rico. Y es al club que lo ha puesto rico -a cambio, cierto, de que su sistema haya puesto rico de triunfos al club- al que Juande deja en el paro del desconcierto, tras haber dado su palabra de seguir hasta final de temporada y aun de mentir, al decir que no había negociado con nadie. Juande, pues, ha jugado con las ventajas del que sabe que el duro está de su parte, y que será el duro, por encima de las firmas y de su palabra, el que le dirá hacia dónde hay que moverse. Alguna vez se quejó Juande de que la afición no se le entregaba en cariño. ¡Ni que hubiera venido a casarse! Por lo visto, la afición acertó: a él lo mueve el dinero más que el cariño, más que una firma y más que su palabra.
Pedazo de entrenador, sí señor, eso que llaman desequilibrante, pero -y ya me lo advirtió alguien muy cercano al club- es una máquina tragaperras: sólo funciona con dinero, que dicen que es de los que con un euro en la mano pierde la mano antes que el euro, quiere cobrar hasta por vocalizar mal y no es, cuentan, ni un dechado de simpatía ni un ejemplo de cariño. En cuanto a su generosidad, ya ven el pago: deja tirado, por las libras esterlinas, a un Sevilla que le pagó como a los mejores. Ahora, Manolo Jiménez. ¿Triunfará? Ojalá, pocos lo desean más que yo. Pero, sobre todo, una garantía: cuando Jiménez se iba al Mundial y el Madrid le ofrecía diez veces más que el Sevilla, habló con Luis Cuervas y le firmó en blanco. De modo que con Dios, Juandeuro, y bienvenido, querido Manolo Jiménez. ¡Y viva el Sevilla!
No hay comentarios:
Publicar un comentario