lunes, 29 de octubre de 2007

Juandeuro Ramos

El reloj en el Sevilla F.C ha impuesto el horario inglés, cuando todos parecían tan felices con el horario español.
El cambio horario en España se hace, dicen, por ahorrar energía, y Juande Ramos ha impuesto de golpe el cambio inglés, que resulta el suyo, por ahorrar euros y libras esterlinas. Está claro que cualquier trabajador tiene derecho a aspirar a una mejora en su sueldo y en su cargo, y que no puede uno andarse con sentimentalismos en los contratos -el fútbol se mueve por dinero-, si llega una buena oferta que pueda resolver la vida de una familia.
Por lo tanto, Juan Ramos, como entrenador, como trabajador, tiene el mismo derecho que usted y que yo a intentar una mejora. Pero hay matices, y uno de esos matices es el de que Juande Ramos llegó al Sevilla del paro y en la última temporada ha cobrado, entre sueldo y primas -que me corrija si no el club decano de la ciudad-, cerca de quinientos veinte millones de pesetas, y eso, comparado con lo que ganaba en el paro, no es una mejora, es ponerse en el camino de ponerse rico. Y es al club que lo ha puesto rico -a cambio, cierto, de que su sistema haya puesto rico de triunfos al club- al que Juande deja en el paro del desconcierto, tras haber dado su palabra de seguir hasta final de temporada y aun de mentir, al decir que no había negociado con nadie. Juande, pues, ha jugado con las ventajas del que sabe que el duro está de su parte, y que será el duro, por encima de las firmas y de su palabra, el que le dirá hacia dónde hay que moverse. Alguna vez se quejó Juande de que la afición no se le entregaba en cariño. ¡Ni que hubiera venido a casarse! Por lo visto, la afición acertó: a él lo mueve el dinero más que el cariño, más que una firma y más que su palabra.



Pedazo de entrenador, sí señor, eso que llaman desequilibrante, pero -y ya me lo advirtió alguien muy cercano al club- es una máquina tragaperras: sólo funciona con dinero, que dicen que es de los que con un euro en la mano pierde la mano antes que el euro, quiere cobrar hasta por vocalizar mal y no es, cuentan, ni un dechado de simpatía ni un ejemplo de cariño. En cuanto a su generosidad, ya ven el pago: deja tirado, por las libras esterlinas, a un Sevilla que le pagó como a los mejores. Ahora, Manolo Jiménez. ¿Triunfará? Ojalá, pocos lo desean más que yo. Pero, sobre todo, una garantía: cuando Jiménez se iba al Mundial y el Madrid le ofrecía diez veces más que el Sevilla, habló con Luis Cuervas y le firmó en blanco. De modo que con Dios, Juandeuro, y bienvenido, querido Manolo Jiménez. ¡Y viva el Sevilla!

No hay comentarios: