martes, 12 de abril de 2011

Romero, el entrenador que secó las lágrimas de Pep Guardiola

Hace algunos meses, el diario malagueño “La Opinión de Málaga”, publicaba un reportaje acerca del entrenador palmerino, José Luís Romero.



El reportaje se centra en su etapa como secretario técnico del FC Barcelona y cuenta una de las anécdotas e historias que tal vez muchos ustedes desconozcan del actual entrenador azulgrana, Pep Guardiola.

Creo que este artículo es una auténtica reliquia.

Lean, lean.

A José Luis Romero, secretario técnico del FC Barcelona desde 1986 a 1989, se le acumulaban los informes negativos sobre un joven delgaducho, de estatura media, con orejas de soplillo, llamado Josep Guardiola. El chaval, a los 16 años, entró llorando en su despacho. «Escucho rumores de que éste es mi último año en La Masía, que no crezco y me queréis echar, pero prometo esforzarme más», sollozaba aquel crío que admiraba, ojos como platos, tras la alambrada, los entrenamientos de sus héroes del primer equipo.

Romero, un hombre de la casa, ex futbolista durante 14 años, que había formado parte del cuerpo técnico culé con Lucien Muller y Udo Lattek, que había adiestrado al filial en Segunda A y que incluso dirigió un partido del primer equipo el 5 de marzo de 1983, en Salamanca (1-1), se puso las botas. Literalmente. Se vistió de corto, fue al entrenamiento del equipo del jovenzuelo y se situó en la defensa.

«Cuando yo le pasaba el balón, Pep lo cogía en el centro del campo y solía tener tres opciones para sacarlo jugado. Pero casi siempre escogía una cuarta alternativa que yo, detrás de él, nunca era capaz de ver. Tenía un don», relata ahora, casi 30 años después, café en mano, José Luis Romero.

Y le dije: «Pep, mientras yo sea secretario técnico del Barça nadie te va a echar de La Masía». El chico se marchó, sonriente, y siguió trabajando. «Con humildad, ilusión, respeto, esfuerzo y actitud... y juego, mucho juego», explica el ex responsable del equipo catalán de aquella época.

José Luis Romero Robledo (Madrid, 5/1/1945), natural de La Palma del Condado (Huelva), ha cambiado Barcelona por Torre del Mar. Desde hace un año eligió «esta bendita tierra», de donde es su mujer, para vivir su jubilación, aunque siempre está atento a los «designios del fútbol». El ex entrenador del Atlético de Madrid, Betis, Cádiz, Logroñés, Sabadell u Oviedo, en la época de los 80 y principios de los 90, es un hombre de fútbol que asiste maravillado al nuevo orden establecido por aquel zagal.

«¿Quién dijo que en el fútbol estaba todo inventado? El Barça de Pep nos ha demostrado que este deporte está en evolución, que se puede jugar bien y ganar, y que no hace falta medir 1,85, correr mucho y dar muchas patadas para triunfar. El éxito del Barça es el éxito del fútbol», dice quien jamás se ha cansado de defender esta filosofía.

El doctor Bestic y más tarde Paco Seirulo, el preparador físico que revolucionó los entrenamientos y la actividad física en el deporte rey en Can Barça, le indicó que el crecimiento de Guardiola a medio y largo plazo iba a dejarle con una estatura de 1,80 metros y algo más de 70 kilos. Y así fue.

Aquel muchacho, profundo conocedor de las entrañas de la entidad, que incluso actuó de recogepelotas en el Camp Nou, es ahora la bandera del orgulloso barcelonismo. Con su reciente renovación por un año, «hace más grande su figura». «Él sabe que el fútbol son ciclos, que es una situación puntual. Muchos técnicos han abusado del club, firmando largos y cuantiosos contratos. Él está en disposición de pedir lo que sea, pero no lo hace por amor al Barça».

GALA DEL BALÓN DE ORO

José Luis fue uno de los invitados por el club catalán a la Gala del Balón de Oro organizada por la FIFA y por France Football el 10 de enero en Zúrich. Acudieron la mayoría de ex técnicos que de una forma u otra habían tenido incidencia en La Masía o en el primer equipo. Algunos eran famosos, como Johan Cruyff, Carlos Rexach, Luis Aragonés, Terry Venables, Lorenzo Serra Ferrer o Radomir Antic. Y otros, más anónimos, como el propio José Luis Romero, Joaquim Rifé, Quique Costas, Albert Benaige, Joan Vila, Ángel Mur o Paco Seirulo.

«Fue un detalle precioso del club y un momento muy emotivo», comenta el técnico, desde siempre vinculado a la entidad.



Romero Robledo jugó durante 14 temporadas en Primera, Segunda y Segunda B. Estuvo en el Sabadell, Xerez, Espanyol, Burgos y San Andreu, además del Barça. En el conjunto de la Ciudad Condal militó desde 1969 a 1972. Con él, el Barça alzó la Copa del Generalísimo (70/71) –Copa del Rey– y la Copa de Ferias (71/72) –posterior Copa de la UEFA–.

Se integró en el cuerpo técnico blaugrana (1978/79) con el francés Lucien Muller para espiar a los conjuntos rivales. En la temporada 1979/80 se encargó de adiestrar al FC Barcelona amateur –Barça C–. Salió para entrenar al Sabadell y regresó en la campaña 1981/82 como segundo de Udo Lattek.

ENTRENADOR DEL BARÇA

Y llegó su día soñado, el momento que jamás olvidará. En los primeros días de marzo de 1983, el técnico alemán fue destituido. Y José Luis tomó los mandos del Barça. Fue sólo un partido, pero jamás lo olvidará. En Salamanca, en el estadio El Helmántico, el equipo empató 1-1. Luego llegó César Luis Menotti y Romero bajó al Barcelona Atlético (1983/84), en Segunda División.

Dirigió al Oviedo (1984-86) y regresó, por última vez, al FC Barcelona (1986-89), como secretario técnico. Lo hizo como el responsable de todo el organigrama deportivo de la entidad, desde el primer equipo al benjamín. Y ayudó a potenciar el espíritu de La Masía.

«Lo importante era dar una educación deportiva, y en eso trabajábamos. Nosotros, en la parcela del fútbol, Aíto García Reneses en el baloncesto y Valero Rivera en el balonmano. Humildad y educación, todo pasaba por ahí. Trabajo, trabajo y trabajo, con talento. Posesión de balón y toque en corto. Y ahora el club ha dado con varias generaciones de futbolistas en el primer equipo. Guardiola ha sido valiente y ha reinventado el fútbol. Con los valores de siempre de la casa: juego, respeto, humildad, esfuerzo y actitud. Y jugadores de un metro setenta».

La llegada de Cruyff implicó su salida. «Hubo un problema de incompatibilidad y yo preferí no discutir y me marché del club». Como siempre, sin hacer ruido. Fue su última estancia en la que todavía es su casa. Era el año 1989. Su prestigio y su currículum le llevaron después, siempre en Primera División, al Logroñés , Betis, Cádiz y al Atlético de Madrid de Jesús Gil. Todos ellos de Primera.

Siempre con el Barça en el recuerdo, cruzó el Atlántico y aceptó ser el director técnico del Cerro Corra de Paraguay (2000). Una experiencia muy positiva antes de dirigir al Freamunde de Portugal (2001). Allí descubrió a José Bosingwa, actual lateral zurdo del Chelsea y de la selección lusa. Uno más de los jugadores a los que ha patrocinado.

«No creo en eso de que los técnicos descubren a tal o cuál futbolista. Nosotros sólo le damos un empujoncito y ellos hacen el resto. A mí me pasó muchísimas veces, en todos los equipos. Con Calderé en el Barça, que explotó a los 26 años. Con Berto en el Oviedo o Cuéllar en el Betis. Hay muchos casos, pero los protagonistas siempre son los jugadores».

DE LA SELECCIÓN AL MÁLAGA

Amante del jogo bonito, del famoso Tiqui-taca que popularizó la España de Luis Aragonés en la Eurocopa 2008 y que Del Bosque llevó a su máxima expresión en el Mundial 2010, apuesta por la mano del ‘Sabio de Hortaleza’ como motor de la selección campeona del mundo. «Luis es muy grande y, en plena Eurocopa, fue capaz de cambiar al equipo. Dejó a un lado sus ideas y apostó por agrupar a los pequeños, por jugar a otro fútbol. Luego Del Bosque tuvo la inteligencia de seguir la línea que él marcó, pero el precursor de esta España es Aragonés».

Ha fijado su residencia en Torre del Mar, donde apostó por un trabajo de cantera con el juvenil del equipo axárquico, en Liga Nacional. Desde su privilegiado balcón también opina del Málaga de Manuel Pellegrini. «Es un grandísimo entrenador. En el Villarreal le coincidieron jugadores, junta directiva, entorno y respeto, y tuvo tiempo de hacer un equipo de Champions en un pueblo. Pero aún es pronto para exigirle resultados, porque ha llegado en una situación en la que los jugadores están en gran presión, últimos, y los entrenadores no tenemos una varita mágica. Existe el trabajo y la solidificación de las actitudes en el trabajo».

Dedica los días, a sus 66 años, a pasear y a ver mucho fútbol, «porque todavía puedo ser útil y estoy dispuesto a aceptar un proyecto ambicioso». Lleva mil y una estadísticas de ‘su’ Barça, «un equipo con 20 profesionales y 14 canteranos que suben continuamente», repite, «por la valentía de Pep», aquel niño flacucho de pelo oscuro y agitado que le imploraba, sollozando en su despacho de La Masía, una oportunidad que le ha llevado a ser el icono de todo el barcelonismo.

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